Yo persigo una forma.
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
Un poema metapoético de Rubén Darío.
En primera persona, el autor confiesa su búsqueda de un estilo para su poesía, y lo que hace es desarrollar ese estilo buscado en este soneto.
Un poema precioso (qué gastado adjetivo, y qué adecuado aquí, en el buen sentido de la palabra), de exquisitez formal, de sonoridad embriagadora y de imágenes bellas.
A disfrutarlo.