La representación gráfica del conjunto de disciplinas que constituyen los saberes científicos en la tradicional y conocida imagen del árbol de la ciencia, no es solamente una alegoría de la unidad de las ciencias, sino el indicador de que todos los que pretendemos movernos, en cualquier medida, dentro del ámbito de alguna ciencia, debemos tener muy presente que todas ellas están radicalmente interconectadas, y que prescindir de las aportaciones de otras disciplinas en el estudio que hagamos dentro de una determinada puede llevarnos, coloquialmente hablando, a "andar por las ramas" y no a realizar una obra de valor científico. Esto lo entendían muy bien los sabios griegos cuando unían Matemáticas y Filosofía.

Aun más, desde que Descartes, que era al mismo tiempo filósofo, matemático y físico, escribió el Discurso del Método, con su exigencia de analizar las diferencias entre los pensamientos para discernir entre ellos las ideas claras y distintas, como dice García Morente: "la idea de Descartes que consiste en reducir lo confuso y oscuro a claro y distinto es la idea que consiste en eliminar del universo la cualidad y no dejar estar más que la cantidad"1. Y estos presupuestos son los que han llevado a las ciencias al desarrollo formidable que hoy conocemos, pues el método cartesiano es el eje de cualquier investigación científica.

Por ello, en los estudios de la ciencias sociales hay que tener presente, aunque sea instrumentalmente, el concurso posible de las otras ciencias para avanzar en el camino del conocimiento científico, y uno de los elementos auxiliares más valiosos es el que aportan los métodos cuantitativos, pues ellos son los que, cartesianamente, nos permiten medir, comparar, agrupar u ordenar, y aunque en algunos ámbitos de los procesos sociales y de las conductas humanas no sean, por ahora, efectivamente mensurables, en otros sí es factible realizar una cuantificación, y es muy probable que las áreas susceptibles de ser medidas nos ayuden en el análisis e interpretación de las inmensurables2.

El profesor Pérez Moreda muestra un buen ejemplo de cómo los métodos cuantitativos nos deben ayudar a la hora de elegir el adjetivo con que calificaremos y determinaremos una crisis de mortalidad, y así nos explica que cuando el resultado del proceso de cálculo esté entre los valores 1 y 2, podemos decir que la crisis en cuestión es "menor"; para valores entre 2 y 4, "media"; de 4 a 8, "fuerte"; entre 8 y 16, "importante"; de 16 a 32, "grande"; y cuando el resultado excede de 32 se deberá decir que la crisis es "catastrófica"3 . Como vemos, la exigencia de una rigurosa expresión conceptual es propia del saber científico, y se ha apoyado y justificado en el caso expuesto en un método cuantitativo, en claro contraste con el lenguaje que se nos ofrece en los medios de comunicación y se extiende en el habla coloquial, donde todo es "superextraordinario", o "chupi".

El positivismo y, más recientemente, el economicismo, han impulsado la presencia del dato numérico en estudios de diversa índole, hecho que muchos lectores, o estudiosos, soslayan porque entienden que eso es propio de especialistas, y, como defiendo desde el principio, eso es propio de cualquier estudio riguroso por muy generalista que sea, y más todavía cuando se supera ese elemental nivel; siempre, claro está, que el dato numérico contribuya eficazmente a profundizar, esclarecer, distinguir, valorar. Por tanto, frente al dato numérico que se nos ofrece en cualquier texto la actitud debe ser de comprensión, y, más todavía, un avance en el proceso dialéctico que se debe establecer entre el texto y el lector, pues en muchas ocasiones vemos cómo los datos son el punto de partida para que cada lector elabore unas más avanzadas conclusiones: pero también sucede que, desgraciadamente, muchos autores incluyen datos, sueltos o tabulados, pero expuestos sin elaboras, es decir, sin someterlos a un elemental proceso de ordenación, indiciación, etc, que los haga válidos para el mejor entendimiento del proceso. El dato numérico se debe poner para completar y profundizar en el conocimiento del proceso o fenómeno que se estudia, y siempre contextualizado con el discurso, de tal modo que contribuya al logro de conclusiones rigurosas, precias, concretas, comparables y verificables; siempre que en el uso de esta información numérica se hayan seguido, con buen criterio, los adecuados procesos de cálculo, que si algunos tienen cierta complejidad, otros muchos son plenamente asequibles.

Y digo lo de utilizar un buen criterio porque con los programas informáticos más comunes se pueden realizar, con un sencillo click del ratón, cálculos que manualmente resultarían farragosos, requerirían mucho tiempo y la posibilidad de incurrir en errores; pero lo que no pude aportar ningún Bill Gates es el criterio necesario para el uso de estas herramientas, y ello es necesariamente el paso previo al empleo de los métodos cuantitativos, pues muchos autores solamente hacen una simple descripción dl valor o cuantía de los datos expuestos, lo que podríamos llamar narrativa cuantitativa; pero otros, que pretenden avanzar en el análisis, con frecuencia utilizan procedimientos que no son los adecuados, como es el caso muy general de dar valores promedios estimados simplemente como medias aritméticas, cuando en rigor deberían haber calculado unas medias ponderadas, o los que usan las medias móviles, sumamente sencillas e indicadoras de una trayectoria en la que se corrige la influencia del corto plazo, pero que no se deben aplicar cuando en las series de datos hay discontinuidades o falta de homogeneidad; o el establecer una serie de números índices que, por desconocimiento de su naturaleza y funcionalidad, solamente sirve para ocupar espacio en el texto sin aportar valor alguno al mismo, y es que muchos autores creen que el número índice es un instrumento de comparación interna en una serie de datos numéricos, sin darse cuenta que la gran virtud de estos números índices es que, por ser abstractos, es decir, carecer de dimensión, son los elementos más adecuados para, en un primer nivel de análisis, comparar dos series de datos de magnitudes diferentes, como hacemos en la Historia Moderna al establecer una relación directa entre mortalidad y crisis de subsistencia tomando como referencia de esta las variaciones en los precios de los alimentos básicos, o relacionar precios con producciones; y es que hasta para determinar un valor promedio, que se supone debe representar a un conjunto, hay que tener criterio y saber que tipo de media hay que utilizar.

No se trata de introducirse en procedimientos estadísticos, simplemente de utilizar conocimientos matemáticos de nivel de bachillerato, accesibles a la generalidad, que nos permitirán elegir y calcular adecuadamente valores promedios, establecer series de números índices y comparar procesos distintos, evaluar la dispersión de los datos de cada serie, hacer una correlación entre estas, estudiar las oscilaciones dentro de un ciclo determinado con las medias móviles, o, incluso determinar la tendencia del proceso y hacer pronósticos para el futuro mediante la extrapolación, etc.; y todo ello, además, con la facilidad de acompañar el cálculo con unas representaciones gráficas que facilitan mucho la comprensión del proceso que se estudia, como estoy tratando de explicar en una serie de artículos4 , todavía inacabada, en la que presento unas sencillas pautas para que los estudiosos utilicen los datos numéricos como elementos eficaces, precisos y seguros en sus investigaciones, pues ciertamente no es infrecuente el hecho visible en algunos trabajos demográficos relativos a un lugar concreto y un tiempo determinado en que, después de llenar páginas y páginas con números, al final no se de respuesta a dos preguntas básicas. ¿cuántos habitantes había al principio y cuantos al final?. Y es que los estudios han de hacerse para alcanzar resultados concretos, no para dar ocupación a la calculadora.

Los métodos cuantitativos son necesarios, no imprescindibles, y siempre hay que utilizarlos como una contribución al mejor logro de la investigación o del estudio, y digo contribución y no ocupación, pues nunca el desarrollo de los métodos de cálculo debe desbordar su propio ámbito de elemento auxiliar en las ciencias sociales, donde al final de cualquier proceso siempre nos encontraremos con el hombre, con la persona humana, sóla o en sociedad, que requiere de los estudios de las ciencias sociales una respuesta humana, no una abstracción matemática.


1 M. GARCÍA MORENTE: "Lecciones preliminares de Filosofía", en Obras Completas, Tomo II, Vol. I, pag. 128. Ed. Anthropos. Madrid, 1.996.

2 R. FLOUD: Métodos cuantitativos para historiadores. Ed. Alianza. Madrid, 1.979, pg. 17.

3 V. PÉREZ MOREDA: Las crisis de mortalidad en la España interior. Siglos XVI-XIX. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1.980, pag. 104

4 J. A. BALLESTEROS DIEZ: "Métodos cuantitativos en las ciencias sociales (I)". Proserpjna, Nº 13, Mérida, 1.996; y (II). Proserpina Nº 14. Mérida, 1.998.

 

José Antonio Ballesteros Diez

Profesor-tutor de la UNED