LECTURA POÉTICO-SOCIAL DE UN POEMA DE LORCA.

 

ROMANCE DE LA LUNA, LUNA.

 

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.

El niño la mira, mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura,

sus senos de duro estaño.

- Huye luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos,

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

- Niño, déjame que baile.

Cuando vengan los gitanos,

te encontrarán sobre el yunque

con los ojillos cerrados.

- Huye luna, luna, luna,

que ya siento sus caballos.

- Niño, déjame, no pises

mi blancor almidonado.

 

El jinete se acercaba

tocando el tambor del llano.

Dentro de la fragua el niño

tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.

Las cabezas levantadas

y los ojos entornados.

 

Cómo canta la zumaya,

¡ay, cómo canta en el árbol!

Por el cielo va la luna

con un niño de la mano.

 

Dentro de la fragua lloran,

dando gritos los gitanos.

El aire la vela, vela,

el aire la está velando.

 

INTRODUCCIÓN

El Romance de la luna, luna es uno de los poemas que componen la obra El Romancero Gitano, de Federico García Lorca, obra, si no la mejor, sí la más famosa de dicho autor. En ella se funden lo popular y lo culto, lo antiguo y lo nuevo, lo espontáneo y lo reflexivo, y se resucita el romance tradicional.

El autor pertenece a la Generación del 27, así llamada por haber sido el año 1927 –tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora- la fecha en que estos petas se dieron a conocer en un homenaje a Góngora, al que consideraban como su maestro. Otros poetas del grupo poético del 27 son: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Luis Cernuda, entre otros.

Lorca, ejemplo típico del poeta nato –aunque también hay en él mucho de aprendido- escribió otras obras, como El Poema del Cante Jondo, basado en el folclore andaluz, y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, tal vez su obra maestra, y Poeta en Nueva York, libro de protesta contra el materialismo de nuestro tiempo y las injusticias sociales; negros, suburbios, ...

Murió fusilado en la Guerra Civil Española en uno de esos actos brutales que se cometieron, en este caso por el llamado bando nacional.

COMENTARIO

Se trata de un romance que tiene por tema "la dramática muerte en soledad de un niño gitano". Con este romance parece que el poeta quisiera sensibilizarnos ante la marginación social de la raza gitana.

Se pueden diferenciar tres partes:

                                                         - Versos 1-8: narrador.

 

A través de estas tres partes, se nos va concretando el tema. En la primera, con una poética y breve narración –bastante dramatizada, pues se nos pone sin pausa de lleno en medio de la acción y de la escena-, se presenta el tema simbólicamente: la "luna, mujer-muerte" hace su insinuante y funesta aparición ante el niño indefenso con la sola presencia del aire, mudo testigo que no puede menos que humanizarse y "conmoverse", "moverse a compasión", ante la escena.

En la segunda parte, formada por el diálogo –que es, precisamente, lo que caracteriza al género dramático-, el dramatismo de la escena alcanza su punto álgido. El niño, instintivamente, presiente el peligro que encierra la luna pese a su atractiva e inocente apariencia y con psicología infantil, amenazando con la llegada del lobo -en nuestro caso "gitanos"-, se trata de ahuyentarla.

En la tercera parte, vuelve a entrar el narrador para confirmarnos que la acción se ha consumado, como presagia a los gitanos en canto de mal agüero de la zumaya. Sólo queda la ruidosa y primitiva expresión que es el llanto de los gitanos. Dolor en soledad, no compartido, al que sólo vela, al que sólo asiste la naturaleza inerte, el aire, de nuevo humanizado.

Y todo esto parece dicho con un lenguaje a la vez culto y popular, como dijimos. Lenguaje, por otra parte, rico en connotación. ¿Por qué Lorca asocia "luna" y "muerte"? ¿Tal vez porque la experiencia ha demostrado que en la noche se producen, sobre todo, las crisis de las enfermedades que desembocan en la muerte? ¿O tal vez, también, por esa luz mortecina con que la luna cubre todo lo viviente? ¿O por ambas cosas a la vez? Y nos la presenta –no podía ser de otro modo, cuando quiere hacerlo sugestiva y provocativamente- con ropa -"polisón"- y formas –"senos"- de mujer, bailando, para atraer más al niño gitano, niño que siente morbosa inclinación por la luna y de ahí la repetición poética.

El niño la mira, mira.

El niño la está mirando

Con todo, su instinto le previene y, presintiendo el engaño, trata de ahuyentarla con esa doble amenaza graduada; primero, con un peligro hipotético:

Huye, luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

Luego, con un peligro inminente:

Huye luna, luna, luna,

que ya siento sus caballos.

Pero todo es inútil porque ya el niño se ha dejado envolver por el blancor rígido y almidonado de la muerte. Entretanto se acercaron cabalgando los gitanos. Los cascos de sus caballos hacen resonar el llano como de si un tambor se tratase. ¡Qué hermosa metáfora preposicional lo que nos ofrece la identificación del llanto y el tambor! Comparable tan sólo con la metáfora aposicional que identifica cuatro versos más abajo a los gitanos con el "bronce" y el "sueño", aludiendo a un tiempo a rasgos definitorios psíquicos –la fortaleza y dureza- y físicos –el color moreno- de la raza gitana.

En los versos 29 y 30 se alude a la zumaya o autillo, especie de lechuza cuyo canto presagia infortunios supersticiosamente para los gitanos y que tiene resonancias clásicas.

Finalmente, y como colofón del poema, la expresión desgarradora del dolor en su manifestación más elemental y primitiva: el llanto abierto, desahogador, a gritos, de los gitanos en la soledad total, con la muda presencia del cielo, del aire:

El aire la vela, vela,

el aire la está velando.

Las tres repeticiones sugieren, por otro lado, las campanadas tristes de muerte, sobre todo teniendo en cuenta que en Granda –siempre presente en el subsconciente lorquiano- existe una torre con dicho nombre.

Personalmente, me entusiasma este poema, tanto por lo que dice –con el sentimiento de solidaridad que conlleva- como por la manera poética de decirlo y el cliché métrico que adopta, el romance, serie indeterminada de versos, normalmente octosílabos, que riman los pares en asonante, quedando libres los impares. Curiosamente, la asonancia de este poema es a/o, es decir, comienza con una vocal clara como la luna, y acaba, significativamente, con una vocal oscura como la muerte, conviniendo perfectamente con el tema.

 Domingo Fdez. Díaz,

profesor del IES "Carolina Coronado".