Álzate, corazón

 Álzate, corazón, consumido de penas,
 levántate, que sopla un viento de esperanza
 por el mundo, llevándose con él tus inquietudes
 y la costra de angustia que apaga tus latidos.

 Álzate, viejo amigo, que el dios de los humildes
 ha vuelto de su viaje al país de las sombras
 y alumbra con su ojo la prisión en que yaces,
 limando los barrotes de tu melancolía.


Un poema resilente, de búsqueda de algo mejor y huida de lo negativo, lleno de optimismo y vitalismo y de referencias clásicas, de Luis Alberto de Cuenca.

Compuesto de dos estrofas, con la anáfora “Álzate”, va dirigido a un tú poético (que es el mismo yo poético, su “corazón”, como depósito de emociones, en un desdoblamiento muy poético).

Y esta poesía va de eso, de subir el ánimo, de animarse, de abandonar lo triste y pesaroso.

En la primera estrofa hay un choque muy poético entre “un viento de esperanza” frente a “la costra de angustia”.

En la segunda estrofa, la expresión es más poética, un juego de antítesis entre metáforas negativas (“país de la sombra, prisión, barrotes de melancolía”) y verbos esperanzadores (“ha vuelto, alumbra, limando) en el que parece (y se quiere que ocurra) que triunfa lo bueno.

Es interesante la imagen o la figura de “El dios de las sombras”, como presencia desmitificada pero redentora de los que sufren.

Breve pero intensa composición que despierta la ilusión.

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