Amante de las flores
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En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones
de ladrillo.
Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.
No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…
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Un poema de la estadounidense Louise Glück, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2020 -un premio que conlleva la consagración literaria de quien lo obtiene.
En esta composición, se recoge una escena familiar y se poetiza; con una gran sensibilidad -y dulzura- y un sentido de lo poético evidente, aparecen miembros de su propia familia, sus relaciones y sus quehaceres, a propósito de las flores -un elemento de la naturaleza y de nuestra vida-, bellas, asociadas a la muerte y al tiempo que pasa, y a lo efímero y a lo frágil…
Una bella poesía de lo delicado y de nosotros mismos.
Gracias a Puri López, compañera de nuestro Centro, por su interés y la lectura de este poema.