Amor más poderoso que la vida
Ella camina en sombras, ciega a la luz, y ríe.
Su corazón entonces es una oscura piedra
que un racimo de lluvias bruñe bajo su carne.
Ella conoce el mar y la palabra
aunque jamás pronuncia su humedad y su ruido.
Cuando los ríos crecen y la angustia proclama
su condición de géiser,
me ilumina,
me avisa del guijarro que se cierne en mis ojos,
me alerta de los surcos donde el miedo nos hiere.
Un hombre está mirando,
abierto en el dolor pequeño y hondo
de vivir, a quien llega,
con sus manos azules, a vendimiarle el alma.
Un hombre está mirando a una mujer que toca
con sus manos la lumbre.
Ella ríe y no cesa de beber en la sal que deja el beso
con un río de plata por la sangre.
Y me mira y percibe la oscuridad que arrastro desde antiguo
con el vacío de Dios en la mirada.
Hemos reconocido en este eterno celo de mirar y mirarnos
que ni la vida puede abatir con sus garfios amor tan poderoso.
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Un poema de Manuel Gahete que comienza con un título que es una recreación de un poema clásico español; y a continuación, en esta composición, aparecen dos personajes, un hombre y una mujer en una relación elevada a pura descripción poética (la calidad de este estado lírico ahí está), dentro de una existencia por separado y común con sus afanes y negatividades.
En los últimos versos, en el culmen de esta poesía, entre estos dos amantes aparece la certidumbre de la fuerza de una pasión compartida llamada amor.
Gracias al autor por la lectura de su propio texto.
Y recordamos una faceta suya (dentro de un importante currículo personal), la autoría de la versión de la obra Fuenteovejuna de Lope de Vega, que se representa cada dos veranos en la localidad cordobesa por los vecinos del mismo pueblo (al igual que ocurre en Zalamea de la Serena con El alcalde de Zalamea).