Club de lectura Santiago Apóstol: «Plenilunio», de Antonio Muñoz Molina
La próxima reunión será el jueves 6 de mayo, a las 18:30, en la biblioteca del centro, para comentar el libro: PLENILUNIO de ANTONIO MUÑOZ MOLINA.
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén), el 10 de enero de 1956. Miembro de la RAE, en la actualidad reside entre Madrid y Nueva York, donde dirigió en Instituto Cervantes hasta mediados de 2006. Está casado con la también escritora Elvira Lindo.
Su primera novela, Beatus ille, aparece en 1986. Situada en la ciudad imaginaria de Mágina (su Úbeda natal), que reaparecerá en otras obras , cuenta la historia de Minaya, un joven que regresa a Mágina para realizar una tesis doctoral sobre el poeta Jacinto Solana, muerto en la Guerra Civil, pero cuya apasionante vida le llevará a una serie de indagaciones que darán como resultado un final magistral.
En 1987 gana el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Narrativa por El invierno en Lisboa y en 1991 el Premio Planeta por El jinete polaco, por la que vuelve a ser Premio Nacional de Narrativa en 1992. En 2007 es investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Jaén como reconocimiento a toda su obra.
Otra obra destacada es Beltenebros (1989) una novela de amor, intriga y de bajos fondos en el Madrid de la posguerra con implicaciones políticas.
Plenilunio es la gran novela de madurez creadora de Antonio Muñoz Molina. Una narración eléctrica, llena de tensión, de rabia y de ternura, en la que el relato y la reflexión se funden magistralmente para hablarnos de lo que nos es más cercano. Ése es el privilegio de los libros inolvidables.
Unos ojos que en este mismo instante miran en algún lugar de la ciudad, normales, serenos, como los ojos de cualquiera.
En una ciudad de provincias alguien con un rostro soluble en los demás rostros esconde el enigma de un espantoso crimen. Es preciso encontrar su mirada entre la multitud, descifrarla, para conjurar el horror.
En torno a la búsqueda, varios personajes, cada uno con un secreto royéndole el corazón, sueñan durante un instante con dar un nuevo sentido a sus vidas. En la hora mágica del plenilunio.
De día y de noche iba por la ciudad buscando una mirada. Vivía nada más que para esa tarea, aunque intentara hacer otras cosas o fingiera que las hacía, sólo miraba, espiaba los ojos de la gente, las caras de los desconocidos, de los camareros de los bares y los dependientes de las tiendas, las caras y las miradas de los detenidos en las fichas. El inspector buscaba la mirada de alguien que había visto algo demasiado monstruoso para ser suavizado o desdibujado por el olvido, unos ojos en los que tenía que perdurar algún rasgo o alguna consecuencia del crimen, unas pupilas en las que pudiera descubrirse la culpa sin vacilación, tan sólo escrutándolas, igual que reconocen los médicos los signos de una enfermedad acercándoles una linterna diminuta. Se lo había dicho el padre Orduña, “busca sus ojos”, y lo había mirado tan fijo que el inspector se estremeció ligeramente, casi como mucho tiempo atrás, aquellos ojos pequeños, miopes, fatigados, adivinadores, que lo reconocieron en cuanto él apareció en la Residencia, tan instantáneamente como él mismo, el inspector, debería reconocer al individuo a quien buscaba, o como el padre Orduña había reconocido en él hacía muchos años el desamparo, el rencor, la vergüenza y el hambre, incluso el odio, su odio constante y secreto al internado y a todo lo que había en él, y también al mundo exterior.
(…)
En el fondo le gusta el insomnio, la potestad de permanecer despierto y alerta mientras los demás duermen, el privilegio, algunas veces, de ir caminando por las calles vacías, a las tres o las cuatro de la madrugada, sobre todo ahora, este invierno en que la lluvia y el frío mantienen a la gente aún más encerrada en su casas, la lluvia y el frío y además el miedo, no hay que olvidarlo, el gusto de conducir la furgoneta sin peligro de toparse con nadie, dando vueltas sin ningún propósito, acelerando en las avenidas de la parte nueva, camino de los límites despoblados de la ciudad, del parpadeo de las luces rojas, o haciendo sonar los frenos y los neumáticos por las esquinas de los callejones, iluminando de pronto con los faros los ojos de un gato, de uno de esos gatos salvajes que ronean por las casas y los corrales en ruinas del barrio de San Lorenzo, de donde sus padres se empeñan en no querer marcharse. “Cuando nosotros nos hayamos muerto vendes la casa”, dice la madre, “pero mientras tanto no”. “Tampoco falta mucho”, dice el padre, con sorna macabra, con su silbido de bronquitis crónica entre las palabras, y puede que también de cáncer de pulmón, ojalá, piensa, lo dice en voz alta, solo en su habitación, frente al espejo del armario, donde se examina y se mide, de pie, desnudo y pálido ahora a la luz de la luna, no avergonzado, arrogante, donde vuelve a mirarse, cada vez que entra, las pupilas, la piel de la cara, por miedo a alguna enfermedad, los dientes, abre mucho la boca y se acerca una linterna y tuerce la cabeza y desvía los ojos para inspeccionar empastes y caries, se pone las manos juntas en la boca para olerse el aliento, y entonces tiene que volver a lavárselas.
Ese olor siempre en ellas, el olor que le extraña que nadie parezca percibir, aunque tal vez disimulan por asco y no dicen nada, igual que disimula él mismo tantas veces, sonriendo por fuera y muerto de asco y de rabia por dentro, sí señora, al momento señora, qué va a ser hoy señora, faltaría más, ojalá te pudras y revientes.
(…)
…, pero ya es tarde, las cosas definitivas con mucha frecuencia no tardan ni una décima de segundo en suceder, un minuto antes o más tarde y la vida de Fátima no se habría cruzado irreparablemente con la de su asesino, un instante o un gesto y alguien no habría visto y reconocido en el telediario esa cara, y decidido algo que lentamente empieza a cumplirse, inexorable y secreto, lo mismo que el progreso de una enfermedad o la caída gradual en la locura.
¿Quieres leer con nosotros?
Nuestro club de lectura arranca con un libro de Antonio Muñoz Molina, Plenilunio.
Esta novela se ha propuesto para su lectura a los estudiantes de 2º de Bachillerato. Ahora extendemos la invitación a los estudiantes de los Ciclos Formativos, padres, profesores y personal no docente del centro.
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