Cuando nace un hombre
Cuando nace un hombre siempre es amanecer aunque en la alcoba la noche pinte negros cristales. Cuando nace un hombre hay un olor a pan recién cocido por los pasillos de la casa; en las paredes, los paisajes huelen a mar y a hierba fresca y los abuelos del retrato vuelven la cara y se sonríen. Cuando nace un hombre florecen rosas imprevistas en el jarrón de la consola y aquellos pájaros bordados en los cojines de la sala silban y cantan como locos. Cuando nace un hombre todos los muertos de su sangre llegan a verle y se comprueban en el contorno de su boca. Cuando nace un hombre hay una estrella detenida al mismo borde del tejado y en un lejano monte o risco brota un hilillo de agua nueva. Cuando nace un hombre todas las madres de este mundo sienten calor en su regazo y hasta los labios de las vírgenes llega un sabor a miel y a beso. Cuando nace un hombre de los varones brotan chispas, los viejos ponen ojos graves y los muchachos atestiguan el fuego alegre de sus venas.
Cuando nace un hombre todos tenemos un hermano.
Un poema de Ángela Figuera sobre el nacimiento (general, de un hombre y de todos) y sobre la compulsión poética (poetizada) que ese fenómeno natural produce en todos y en todo.
En siete estrofas enlazadas por un verso inicial anafórico y casi sentencioso, se presentan unas bellas imágenes donde aparecen la familia afectada y el ámbito familiar y físico (que cambia y se poetiza con el nacimiento).
Un poema fraternal, un canto de alegría ante una nueva vida.