De vita beata / A propósito de una vida feliz

Vitam quae faciant beatiorem,
 iucundissime Martialis, haec sunt:
 res non parta labore, sed relicta;
 non ingratus ager, focus perennis;
lis numquam, toga rara, mens quieta;
 uires ingenuae, salubre corpus;
 prudens simplicitas, pares amici;
 conuictus facilis, sine arte mensa;
 nox non ebria, sed soluta curis;
non tristis torus et tamen pudicus;
 somnus qui faciat breues tenebras;
 quod sis esse uelis nihilque malis;
 summum nec metuas diem nec optes.
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Los ingredientes que hacen la vida más feliz,
entrañable Marcial, son éstos:
hacienda no conseguida afanosamente, sino heredada;
un campo agradecido, fuego constante;
ningún pleito, toga rara vez, espíritu tranquilo;
vigor natural, cuerpo sano;
juiciosa sencillez, amigos de igual condición;
alimento frugal, mesa sin lujo;
la noche no ebria, más carente de cuitas;
el lecho alegre, pero a un tiempo casto;
un sueño que acorte el tiempo oscuro;
querer ser lo que eres, y no preferir nada más;
no temer el postrero día, ni desearlo.

Un poema de Marco Valerio Marcial -Marcial, poeta romano de origen hispano, que vivió, en el siglo I d. C., parte de su vida en Roma y donde se dedicó a escribir entre otras ocupaciones-, el epigrama X 47 (escribió unos 1500 epigramas, composiciones poéticas breves y concisas que expresan un solo pensamiento principal de forma ingeniosa, muchos de ellos satíricos y donde se muestra como un observador fiel de la sociedad en que vivió), uno de sus poemas más famosos del poeta y que ha tenido una recepción literaria muy rica en la tradición occidental hasta nuestros días.

Un hito de la literatura latina, un referente cultural y una joya de la literatura universal en su brevedad, sobre el contenido de una vida feliz, sus componentes materiales y morales y sobre sus carencias.

Para más información, se puede consultar el artículo «Cosas que hacen que valga la pena vivir»: de Marcial a Christophe Plantin, de Gabriel Laguna Mariscal; y el libro Historia alternativa de la felicidad, de Juan Antonio González Iglesias.

Agradecemos la lectura de este texto a Alejandra Prada y a Isabel Nieves, alumnas de Latín de nuestro Centro.

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