Versiones del clásico de Doña Truana de don Juan Manuel
Tres alumnos de 1º de Bachillerato, Isabel Blázquez, Carlos Bizarro y Franco Falcón han recreado a partir del cuento de Doña Truana de Don Juan Manuel estos relatos que os dejamos para su lectura. Esperamos que os gusten.
Lo que sucedió a Pedro Codicia
por Franco Falcón Romero
Estaba el hijo del señor Durán, Guillermo, hablando con su padre en la mesa a la hora de cenar. Era jueves, por lo que tomarían sopa. Como todos los jueves. Ya con el plato en la mesa el hijo contó, entre sorbo y sorbo: “Mañana vamos a apuntarnos, unos amigos y yo, en el ‘insti’ a un sorteo en la tómbola de fin de curso. Si ganamos, podríamos conseguir ¡hasta una videoconsola! Todavía no sabemos quién se la quedaría…”
Entonces, le contestó el padre: “Más vale que tengas los pies en el suelo, y primero estudies, puesto que no siempre va todo como lo planeamos. Igual que a Pedro Codicia le pasó”
En ese momento, Guillermo preguntó por lo que le había ocurrido a este peculiar personaje.
-“Hijo, se cuenta que Pedro Codicia, el último día antes del sorteo de Navidad, decidió comprar un billete de lotería. Yendo hacia el establecimiento más próximo, empezó a imaginarse todo tipo de lujos que se compraría con el dinero. Además pensó, que con el premio, recibiría el amor que nunca nadie le dio. Siguió recreándose durante el resto del camino. A punto de llegar, sacó el único billete que tenía, que sería con el que compraría el boleto. Sin suerte alguna, una fuerte corriente se lo arrebató de las manos. Para cuando se dio cuenta, pues seguía imaginando cosas, el dinero había desaparecido. Así, tras haberse ilusionado tanto, se quedaron en simples fantasías sin cumplir”
Guillermo se dio cuenta con esto que era muy posible que no le tocara el gran premio. Desde ese momento, esperaría al día del sorteo. Con algo de esperanza, por supuesto, pero sin dejar de lado la realidad.
Al final, no consiguieron el gran premio, la videoconsola, pero si el segundo premio: un pack de varios juegos de mesa.
Y cómo a Franco le gustó el cuento, lo hizo escribir en esta redacción y compuso esta moraleja:
-“En realidades ciertas podéis confiar,
pero de las fantasías os debéis alejar”
FIN
Una tarde mientras paseaba
por Isabel Blázquez
Una tarde, mientras paseaba por los jardines de mi lujosa mansión, le dije a mi madre:
-Mamá, mi novio me ha pedido casarme con él. Él dice que me quiere mucho y yo lo veo muy ilusionado con la idea de casarnos. Yo también lo quiero mucho, pero tengo dudas de si se quiere casar por mi dinero o porque realmente le gusto. No sé que hacer.
Cuando escuchó mi madre esas palabras creyó necesario aconsejarme, por lo que me dijo lo siguiente:
– Hija mía, siempre es mejor estar seguro de las cosas que actuar sin pensar en las consecuencias, no vaya a ser que te ocurra lo que le sucedió a una pareja de hermanos que se querían mucho.
-¿Qué les ocurrió? – pregunté.
-Pues verás –dijo mi madre-. Cerca de aquí, en un cortijo, vivía una anciana que tenía dos hijos muy trabajadores. Eran una familia muy unida y se querían mucho. Al cumplir 80 años, la mujer enfermó y, poco después, murió, dejando a sus dos hijos como propietarios de todos sus bienes.
Los dos hermanos cuidaban de la casa, de las tierras, de los animales…; lo compartían todo. Tenían total confianza en uno en el otro.
Una Navidad, los dos hermanos compraron un décimo de lotería. El más pequeño guardó el décimo y, para sorpresa de los dos, el décimo resultó ser premiado. Cuando el hermano mayor quiso su parte del décimo, se dio cuenta de que su hermano se había marchado con el décimo. El hermano mayor nunca volvió a saber nada de su hermano.
Por tanto, hija mía, solo te pido que te asegures de que tu novio te quiere por quien eres y no por tu dinero.
Me pareció bien el consejo y lo tomé en cuenta escribiéndolo en esta redacción.
“Asegúrate antes de actuar y no actúes sin pensar”.
FIN
Otro de doña Truana
Carlos Bizarro García
En estas fechas de regalos, cenas y sorteos, Javier habla con su abuelo sobre el dinero y sobre la lotería de Navidad:
– Abuelo, si los premios de la lotería solo recaen sobre algunos números, es imposible de saber cuales entre miles. ¿Por qué la gente gasta tanto dinero en comprar números, si lo más probable es que no les toque?
– Hijo mío, la gente juega y gasta tanto dinero en números de lotería, porque así tienen más probabilidad de que su número sea el premiado. A pesar de todo, hay miles de números y la probabilidad de ser premiado teniendo un número o ser premiado teniendo dos, sigue siendo minúscula.
– Y, ¿Qué método crees tú que utiliza la gente para elegir su número, abuelo?
– Pues verás Javier, voy a contarte la historia del padre de un amigo mío. Faltaban cuatro días para el sorteo de la Navidad. Cuando el padre de mi amigo Fernando compró el único número con el que iban a jugar aquel año, entonces, tuvo que esperar a tal fecha, ya que, estaban en un momento delicado económicamente y tenía que esperar la pequeña paga mensual que recibía en el trabajo. Cuando llegó a la administración, observó detenidamente todos los números que podía elegir y, casualmente, encontró uno que coincidía con los números de la fecha de su boda. En cuanto lo vio, tomó la decisión de que aquel sería el número, lo compró y lo guardó hasta el día del sorteo. Fue un año en el que el mayor premio se hizo esperar hasta la última tanda, y, cuando en su familia se desvanecía la ilusión, un niño de San Ildefonso llamado Jesús García, cantó el premio gordo mientras que su compañera, Inés Caballero, repetía sin parar el número que poseía el padre de Fernando. La familia y todos sus amigos nos volvimos locos de alegría por ellos, y, desde entonces, su familia es la más rica de la ciudad.
– ¡Qué ilusión! Y entonces abuelo, ¿se supone que debemos elegir números que nos recuerden a algo o que tengan un significado especial?
– Es una posibilidad, aunque eso no nos indica que nuestro número tenga más posibilidades de salir premiado. Lo que debes aprender con esto que te acabo de contar, es que la suerte está en cualquier parte y que a través de unos métodos o de otros, puedes encontrarla, o no.
FIN
¡Buen trabajo, chicos!