El cortacésped


El cortacésped se atascó, dos veces; me arrodillé, hallé
un erizo aplastado contra las cuchillas,
muerto. Vivía entre la hierba sin cortar.
Lo había visto antes, alguna vez le di de comer.
Había destruido su inofensivo mundo
de forma irremediable. El entierro no sirvió de nada:
al día siguiente yo me levanté y él no.
 
El primer día tras una muerte, la nueva ausencia
es siempre lo mismo; deberíamos llevar cuidado
unos con otros, deberíamos ser amables
mientras estemos a tiempo.

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Un poema de Philip Larkin que describe la muerte accidental de un erizo por él mismo (sería un texto autobiográfico, o basado en hechos reales y vividos por el poeta); y a partir de este hecho, trivial pero cruel, surge el dolor de la conciencia (causada por una posible negligencia o descuido).

Este dolor emocional y racional hace que el poeta reflexione, reconsidere y evoque la muerte como ausencia, desaparición irremediable, y la necesidad de unas relaciones (con los animales y entre humanos) más cálidas y cualitativas.

Una poesía realista, una elegía peculiar (que recuerda al animalismo como conciencia humana que busca una reconsideración en el trato de los hombres hacia los animales), sobre un ser insignificante, pero no indigno de respeto, y un anhelo de más amor humano.

Esto es la poesía.

Gracias a Pablo Ramos, compañero y miembro de Ecologistas Extremadura.

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