Duermes
Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes. Gozo de tu inocencia confiada, de tu implícita forma en esa noche que hace tan suya con amor la mano.
Te siento dormir sin verte, serenísima, sagrada, nunca imagen de la muerte, y oponiéndote a la nada triunfar como piedra inerte.
La delicada masa de tu sueño se espesa junto a mí, sin paz nocturna, que así convive con la invulnerable, cuyo retorno al despertar es siempre la súbita inmersión en nuestra dicha.
Sumido en un calor de dos, el sueño relaja su clausura, casi abierta dulcemente hacia el día aún isleño. Calor, amor. La historia tras la puerta.
Poema de Jorge Guillén sobre el amor físico, que se siente cuando se comparte un lecho con quien se quiere, y el calor humano que desprende quien se quiere.
Con una belleza poética, difícil de explicar y no desvirtuar con su explicación, fuera de lo normal, donde cada palabra adorna la poesía, el poeta nos enseña la belleza de la identidad entre el amor y el calor –repetimos, físico- entre dos personas.
Una mezcla de términos abstractos con términos reales y físicos, una adjetivación exquisita, una sintaxis concisa, pulida y brillante –perfecta-, nos hacen saborear esta composición.
Dos consideraciones: una, emitimos calor porque el interior de nuestras células está en movimiento; y dos, el calor humano no es comparable –por insuperable en abrigo- para otro humano a ningún otro calor creado de otra manera.
Amor, calor, intimidad, el ser querido al lado… el paraíso en vida.