Elegía a Francisco Giner de los Ríos
Como se fue el maestro, la luz de esta mañana me dijo: “Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja”. ¿Murió?... Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara, diciéndonos: “Hacedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido”. ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! Y hacia otra luz más pura partió el hermano de la luz del alba, del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa. ...¡Oh, sí!, llevad, amigos, su cuerpo a la montaña, a los azules montes del ancho Guadarrama. Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas...
Este poema de Antonio Machado es una elegía a uno de sus profesores, fundador de la Institución Libre de Enseñanza (véase la Wikipedia).
Dividido en dos partes, la primera desarrolla la noticia de la muerte del “maestro” (que junto a “la luz de esta mañana” marcan el tomo lírico). Y en sus palabras, Machado pone la sabiduría de sus propias palabras a propósito de la vida y de la muerte.
En la segunda parte, se ofrece la concepción de la muerte, como un destino mejor, desacralizado y agnóstico; como alternativa, se presenta un entierro poético, localizado en la naturaleza.
Para resumir, el poema presenta la admiración y el reconocimiento de un enseñante por parte de un alumno (ahora que algunos alumnos acaban su paso por nuestras aulas).
¿Para cuándo una campaña para repatriar los restos de Machado y su madre? Esto es también memoria histórica.
Otra vez, la muestra de sabiduría, sensibilidad y perfección literaria de Antonio Machado.
Maestro.