La dulce boca…


La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que pronto huyen del que incitan hora
y sólo del Amor queda el veneno.

______________________________________________________________________________ Un estupendo soneto de Luis de Góngora, barroquísimo y genial, una muestra ideal de su estilo y de su corriente poética.

La primera estrofa abre magníficamente con ese elemento de atracción sensual y sexual que es la boca (ya, después, si eso, el amor…), como elemento del deseo primario y humano. Tan fuente de placer que se compara con el saboreado del vino que beben los dioses… qué buena expresión lírica, no se puede pedir más.

En la segunda estrofa, aparece la exhortación a los lectores/deseantes: el deseo lleva al enamoramiento, y este al sufrimiento…

Las dos últimas estrofas tienen una interpretación más difícil; entre el momento de su creación y el de hoy hay un problema de distancia y de comprensión de estilo y conceptual. El elemento básico son las rosas (asociadas en la mitología clásica a la diosa Aurora, por el color que antecede a la salida del sol), que se entienden aquí como símbolo de algo bello y sensual -podría ser la piel de la persona deseada-, pero que a la vez son nocivas, a la altura de un castigo divino.

Una composición magistral ( con la refinada mitología clásica y el preciosismo léxico, y con una sonoridad sublime), sobre el deseo humano, sobre la fuente de atracción que es el otro, y sobre la insatisfacción de ese mismo deseo (como una copa de licor, o varias, más o menos, deliciosa y excitante, que puede embriagar, marear y al final dar resaca).

Gracias a Pablo Avilés, alumno de nuestro Centro, por la lectura de esta poesía.

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