La fórmula
Hay que estar preparados para lo peor y disfrutar de lo bueno. Esa es la fórmula. Saber que nada es duradero; que la palabra siempre es engañosa, falsa, equívoca; que lo que hoy nos une eternamente, mañana será polvo, odio quizás, historia de la mala; que la vida se venga en la felicidad. Saber que será así, o podrá serlo. Y vivir como si el tiempo nos debiese algo, como si fuese nuestro, exigiéndole al contado lo que nos pertenece.
Un poema excelente de Karmelo C. Iribarren.
Empezamos por el título; sugerente, casi misterioso y, una vez leído la poesía, casi irónico (incluso guasón).
En estos versos, el poeta nos impreca, repitiendo y desarrollando la perífrasis de obligación “hay que + infinitivo”, para componer la Fórmula que titula el poema… para… saber vivir (!), como quien no quiere la cosa, como si fuera tan fácil.
Las obligaciones (las prescripciones o los preceptos, más bien; más sugerentes y sugestivos que imperativos) son presentadas en un envoltorio poético y lingüístico impecable; no se puede decir mejor.
Poesía profunda, sincera, honesta en sus planteamientos… y, por último, la vuelta y la referencia al tiempo; al fin y al cabo, es lo único –e individual- que nos pertenece de verdad mientras vivimos