La luz

No se puede prever. Sucede siempre
cuando menos lo esperas. Puede pasar que vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche, leyendo
un libro que no acaba de convencerte; puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y llueva
y te duelan los huesos; que estés triste o cansado,
que tengas treinta años o que tengas sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.

Transcurre
tu vida igual que ayer, común y cotidiana.
«Un día más», te dices. Y de pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos días
tan largos de la infancia, y respiras al margen
de su oscuro fluir y de su daño.

Praderas del presente, por las que vagas libre
de cuidados y culpas. Una acuidad insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.

Tal vez dura
un instante el milagro; después las cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te diera
tanta verdad, tanta misericordia.

Mas te sientes conforme, limpio, feliz, salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.

Un poema de Eloy Sánchez Rosillo -poeta, ensayista y traductor español; como nota biográfica, fue un lector precoz, lo que entre otras cosas favorece el dominio de una lengua- con un título tan general y tan poco sugerente aparentemente.

En la primera parte del texto, la característica primera observable es el uso de la segunda persona del singular, no dirigida el lector /oyente, sino con un uso impersonal propio del español coloquial; y más que impersonal, por la connotación negativa que puede tener este término, es un uso genérico de esa persona para referirse a todos por defecto. Y contiene, esta parte, la presentación de situaciones humanas cotidianas, convencionales y antinadanuevoobueno.

En la segunda parte, se aclara el término luz; en los entornos habituales antes presentados, cotidianos e irrelevantes, surge una fugacidad de plenitud, la sensación de sentirse bien -que no sería el bienestar, que es un término social cuantificable por material-, algo que podría nombrarse como felicidad tal vez.

Un poema espiritualista, en tanto que reconoce un interior nomaterial dentro de cada uno, y en donde pueden aparecer unos sentimientos/sensaciones muy positivos que marcan momentos vitales especiales.

Gracias a Quety Bartolomé -docente que es ejemplo de los que han tenido la oportunidad y la experiencia de trabajar en centros educativos en el extranjero, en este caso en Londres- por la lectura de esta composición.

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