La poesía es como el viento…
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“Un instante vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).
Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
Él no puede dar vino,
nostalgia a los demás: sólo palabras.
Si les pudiese dar acción…
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos
que duermen en la playa.
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar:
da apariencia de vida
a lo inmóvil, a lo paralizado.
Y el leño que arde,
las conchas que las olas traen o llevan,
el papel que arrebata el viento,
destellan una vida momentánea
entre dos inmovilidades.
Pero los que están vivos,
los henchidos de acción,
los palpitantes de nostalgia o vino,
esos… felices, bienaventurados,
porque no necesitan las palabras,
como el caballo corre, aunque no sople el viento,
y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
y el hombre llora, y canta,
proyecta y edifica, aun sin el fuego.”
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Un poema de José Hierro de carácter metapoético, y sobre más.
En varias estrofas y en versos libres, el poeta realiza una poetización de la propia poesía, con una maestría indudable; la poesía convertida en imágenes poéticas -valga la redundancia-, certeras, bellas, impecables.
Y la poesía no se entiende sin que haya alguien que la lea; y así el autor habla de los lectores y de los no lectores, es un arrebato de lucidez sobre la finalidad de la poesía.
Una bella composición, un modelo de calidad lírica.
Gracias a Clara, compañera de nuestro Centro, por su lectura.