Lo que al día le pido
Lo que al día le pido ya no es que me cumpla los sueños, que me entregue los deseos cumplidos de otros días, porque al fin he aprendido que los sueños son igual que las alas de un insecto y al tocarlos el hombre se deshacen; y es que un sueño al cumplirse es otra cosa que no ayuda a volar. Lo que al día le pido es ese sueño que al rozarlo se parta en otros sueños lo mismo que una bola de mercurio y que brille muy lejos de mis manos. Lo que al día le pido empieza a ser más difícil incluso de alcanzar que los sueños cumplidos, porque exige la fe antigua en los sueños. Lo que al día le pido es solamente un poco de esperanza, esa forma modesta de la felicidad.
Un encantador poema de Vicente Gallego sobre el sentido de la vida (ahí va eso), estructurado en tres estrofas que comienzan con una anáfora que es a la vez el título.
Y este es una expresión coloquial que resume la expectativa de cada uno de nosotros (los que tenemos una existencia) en nuestra existencia atomizada en el día a día; y esta expectativa cotidiana suele verse incumplida, bellamente aquí dibujada con una imagen accesible a cualquier lector de la poesía, como se expresa en la primera estrofa.
En la segunda estrofa, la expectativa vital parece aclararse dentro del poeta: la expectativa de la vida es tener expectativas, en un sinfín que nos ocupe nuestro vivir.
Y, como conclusión final, el reconocimiento filosófico, lírico, simple y conmovedor del valor de la espera de lo bueno que nos pueda suceder.
Qué bonita composición.