Los inmigrantes


Los inmigrantes caminan por las calles con mortajas al hombro, lápidas al hombro, cruces al hombro, lágrimas al hombro, corazones en las manos, el cielo sobre un desierto en su mirada.
 
Con una familia y un país escondidos dentro de la cabeza.

Los inmigrantes tienen muchos hombros, muchos corazones, muchas manos, muchas piernas.

Entran en las tiendas, en los bancos, en los locutorios, en los bares: con fotografías enmarcadas bajo un brazo, con féretros bajo el otro brazo.

Nadie ve esas mortajas, esas lápidas, esas cruces, esas lágrimas, esos corazones, esas familias, esos países, esas fotografías, esos féretros, cielos ni desiertos.

No nos miran a los ojos: ¡saben que somos ciegos!

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Un poema de Ángel Guinda que comienza con una “descripción” poetizada del conjunto social denominado “inmigrantes”; con intensidad e insistencia, el poeta recuerda su existencia, su presencia y la carga emocional que llevan consigo -producto de su biografía de viajeros por necesidad.

En los dos últimos versículos, aparece el grupo social de los que no son inmigrantes -y que han vivido posiblemente de cerca la emigración-, ignorantes -a conciencia o no- de la existencia y del equipaje emocional y sentimental de los primeros.

Una poesía testimonial, de una realidad social y personal merecedora de un reconocimiento y un respeto.

Gracias a Rokaya Hanane por su estupenda actitud y por la lectura de esta composición; y a Antonio Matito por la idea de la celebración del Día Internacional del Migrante.

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