Noviembre


Llega otra vez noviembre, que es el mes que más quiero
porque sé su secreto, porque me da más vida.
La calidad de su vida, que es su canción,
casi revelación,
y sus mañanas tan remediadoras,
su ternura codiciosa,
su entrañable soledad.
Y encontrar una calle en una boca,
una casa en un cuerpo mientras, tan caducas,
con esa melodía de la ambición perdida,
caen las castañas y las telarañas.

Estas castañas, de ocre amarillento,
seguras, entreabiertas, dándome libertad
junto al temblor en sombra de su cáscara.
Las telarañas, con su geometría
tan cautelosa y pegajosa, y
también con su silencio,
con su palpitación oscura
como la del coral o la más tierna
de la esponja, o la de la piña
abierta,
o la del corazón cuando late sin tiranía, cuando
resucita y se limpia.


Tras tanto tiempo sin amor, esta mañana
qué salvadora. Qué
luz tan íntima. Me entra y me da música
sin pausas
en el momento mismo en que te amo,
en que me entrego a ti con alegría,
trémulamente e impacientemente,
sin mirar a esa puerta donde llama el adiós.

Llegó otra vez noviembre. Lejos quedan los días
de los pequeños sueños, de los besos marchitos.
Tú eres el mes que quiero. Que no me deje a oscuras
tu codiciosa luz olvidadiza y cárdena
mientras llega el invierno.

Un poema de Claudio Rodríguez a propósito de una división del calendario juliano. Desde el primer verso, se presenta una estrecha relación entre el yo poético y el undécimo mes occidental; una conexión intensa, amable, amorosa…

Aparecen dos elementos asociados a está época del año, un alimento y el testimonio que deja un ser vivo, nunca mejor poetizados. Y aparece a continuación un encuentro erótico entre el yo poético y un tú amado, que contiene una imagen lírica soberbia en el verso 31.

La adjetivación esplendorosa, la pura emotividad lírica, los versos libres e irregulares, la sonoridad arrulladora y la belleza compositiva son todas cualidades de esta gran poesía.

Gracias a Eugenia Suárez por su lectura.

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