Recuerda, cuerpo.

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Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no solo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz; y algún 
obstáculo casual los hizo vanos.

Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado; cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban; cómo 
temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.

En este poema de K. Kavafis, el yo poético habla a un tú poético que, qué poético, es su propio cuerpo (y que, que poético, puede ser cualquier cuerpo, es decir, cualquier lector u oyente de esta poesía).

Una composición del deseo (término ten denostado como bello), surgido en otros hacia un sujeto foco del deseo.

Un bellísimo canto al orgullo, hacia uno mismo, un reconocimiento, con regusto, a la atracción –física, material, sin más miramientos, reflejada en síntomas corporales- que cada uno es capaz de originar (activa o pasivamente) en otra persona.

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