Recuerdo infantil (a propósito del Día del Docente)

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
 
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
 
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
 
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
«Mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón».
 
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Un poema de Antonio Machado (uno de los grandes poetas de España; profesor de Francés, fue depurado después de la Guerra Civil y post mortem separándolo del Cuerpo de Catedráticos de Instituto; fue rehabilitado de nuevo como profesor de Instituto a título póstumo, en su última plaza en Madrid, cuarenta años después con la llegada de la democracia; y lo sé porque nos lo contó un profesor nuestro en el Instituto cuando tuvo lugar su rehabilitación), muy conocido dentro del mundo de la enseñanza por su amplia aplicación didáctica -la profesora de Dibujo en 1º de BUP nos lo recitó para que pintásemos algo relacionado, y yo mismo lo he usado en mis clases.

En este poema, se presenta un recuerdo en tercera persona de alguien que evoca una clase de niño, de una manera esencial, austera, de escasos elementos, en cinco cuartetos perfectos, con una maestría poética sobrecogedora.

El lunes 25 de noviembre de este curso se celebra el Día del Docente en Extremadura, una puesta en valor del trabajo realizado en las clases por los profesionales de la enseñanza, de cuidado y de preparación de los alumnos tanto en su presente como para su futuro; una tarea con implicaciones sociales, personales y éticas que hay que reconocer y agradecer.

Gracias a Esteben Díaz Barco, docente y durante muchos cursos director del CPR de Almendralejo, por la lectura de este texto.

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