Soneto de la dulce queja
Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento. Tengo pena de ser en esta orilla tronco sin ramas; y lo que más siento es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento. Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío, no me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río con hojas de mi otoño enajenado.
Un poema de Federico García Lorca cuyo título es a la vez una sinestesia y un oxímoron, y que refleja un amor doloroso, un amor no satisfecho, o así se entiende. Antecedente a este tipo de pasión amorosa lo podemos encontrar en el amor cortés (amor incondicional y sufrido), y por su forma nos podemos fijar en el gongorismo
Es de notar la expresión de la vitalidad del yo poético, su expresividad y su pasión a la hora de hablar del amor.
En el primer cuarteto, se refleja la tensión en la que se encuentra el yo lírico, el temor a perder lo que se quiere.
En el segundo cuarteto, se repite el sentimiento del miedo, miedo a la soledad, a la pérdida del amado, y a la pérdida del propio dolor amoroso (un componente masoca del amor más común de lo que parece).
En el primer terceto, aparece la invocación que hace el yo al tú poético, objeto del amor; y la entrega y la abnegación hacia él, es decir, la entrega y casi la autohumillación.
En el segundo terceto, el yo poético insiste en su anhelo de no perder, de no ser abandonado.
Todo esto, qué pulsión, entre un mundo de imágenes, metáforas y musicalidad.