Te quiero a las diez de la mañana
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once,
y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y
con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia.
Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me
pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la
comida o en el trabajo diario, o en las diversiones
que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con
la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y
siento que estás hecha para mí, que de algún modo
me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos
me convencen de ello, y que no hay otro lugar en
donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu
cuerpo. Tu vienes toda entera a mi encuentro, y
los dos desaparecemos un instante, nos metemos
en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo
hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?
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Un poema de Jaime Sabines que empieza como una declaración de amor de un yo a un tú, con un convencional y casi universal tequiero roto por una fijación horaria que poco a poco se va ampliando y metiéndose en la vida cotidiana… y donde surge el sentimiento del odio…
En la segunda estrofa, hay una exégesis lírica y muy conseguida del amor carnal, del encuentro físico de los dos amantes, llevado a la poetización excelsa.
En la tercera estrofa, se vuelve a la declaración de amor a alguien, junto a la declaración de odio, en una relación confusa, antitética, ilógica… como la vida misma (y que, como tal, acaba en duda y en pregunta).
Gracias por la lectura de esta poesía a Santi Campo, profesor y miembro activo del portal culturaclasica.com. Gratias tibi agimus propter operam tuam, sodalis.