¿Todo está escrito?

El perro lame su juguete;
suena el latir del tiempo:
ha muerto un poeta.
Nube, viento, pájaro, ala, sus versos.
La palabra le nombra.
 
El universo cabe en un instante:
la mosca que se pasea por el espejo,
una coma en la página,
el átomo en las vísceras,
un pez espada adormecido en el mar.
 
No todo está escrito.
Aúllan lobos, deambulan mediocres,
el destino se pronuncia en las cosas.
Existe un verso huérfano entre orillas,
la distancia obliga.
 
¿Dónde el charco por saltar?
¡Ojalá siga el hechizo
gimiendo en las calles!
Búsqueda y encuentro.
Encuentro y búsqueda.

“En realidad, no comento nunca por escrito mis poemas, creo que los poemas tienen la interpretación que cada lector le dé. No sé por dónde empezar con un poema mío. Puedo decirte que es un poema de instantes vividos, de lo fugaz que es todo lo que se vive, momentos que pueden parecernos eternos, pero en realidad son cometas fugaces, son comas en la página. Puedo decir que al escribir me pierdo en el abismo del silencio de las cosas que palpita en mi memoria, y lo proceso desinhibiéndome con la palabra, que se deja escribir abriendo ventanas y puertas, fluyendo y gozando entre ellas. El poema queda inconcluso, abierto a la imaginación, y clamando por seguir a pesar de todo en la búsqueda de lo irresoluble, la vida, la muerte, la eternidad. Para seguir en el misterio, en la búsqueda, es necesario que no crea que todo está escrito, siempre debe quedar un pasito por dar, un charco por saltar, un lugar, una palabra, un vuelo, un verso. Siempre nos queda la Poesía.”

Gracias a Consuelo Jiménez Martín -autora de tres poemarios, La Huella de tu Olvido, Palabra duende sin final y Arteria Consuelo y participante en varias antologías- por la lectura de su poema y su comentario sobre el mismo.

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