Viento de otoño
Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento gloria final a las hojas doradas. Arder, fundirse el monte en llamaradas crepusculares, trágico y sangriento. Gira, asciende, enloquece, pensamiento. Hoy da el otoño suelta a sus manadas. ¿No sientes a lo lejos sus pisadas? Pasan, dejando el campo amarillento. Por esto, por sentirnos todavía música y viento y hojas, ¡alegría! Por el dolor que nos tiene cautivos, por la sangre que mana de la herida ¡alegría en el nombre de la vida! Somos alegres porque estamos vivos.
Un poema de José Hierro sobre la estación meteorológica del otoño y sus rasgos, y no solo eso.
Para el poeta, el otoño es el color (doradas, llamaradas, amarillas) y también es el movimiento, producido por un elemento peculiar otoñal, el viento.
A todo esto, entre la descripción del otoño (¡Que parece que ha llegado!), aparece la pronominalización de nosotros (¿Todos?).
Físicamente, el hecho de sentir el otoño nos hace partícipes de la vida (lo que existe y donde estamos metidos) y nos hace disfrutar de ello.
Un poema de ánimo, de canto a lo que merece ser cantado porque nos hace sentir bien.