-Papá, ¿por qué te hiciste poeta?
-Yo era un niño de 8 o 9 años y jugaba en el campo, donde vivía con mi madre. De pronto un pajarito amarillo se posó sobre mi hombro. Se quedó quieto, inmóvil y con el pico parecía que me sonreía. Luego echó a volar. Quedé impresionado ante tanta belleza. Fui corriendo, gritando, hacia mi madre. Ella estaba tendiendo la ropa. ¡Mamá, mamá! –le grité- ¡Un pájaro se ha posado sobre mi hombro! ¡Me ha sonreído!
– ¿Qué ocurre? –preguntó asustada, dejando de tender la ropa.
– ¡Un pájaro! ¡Un pájaro se ha posado sobre mi hombro! ¡Me ha sonreído!
– Ah, bueno – dijo a la vez que dejaba de mirarme, de escucharme y seguía tendiendo la ropa- Pensé que te había pasado algo.
– Entonces miré a mi madre y sentí una pena increíble. No es que mi madre fuera mala persona y no me entendiera. Sino que yo no había sabido explicarme, encontrar las palabras exactas para describir ese momento. Fue entonces cuando decidí hacerme poeta. Para poder explicar momentos como ese.