Casida de la mujer tendida
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Verte desnuda es recordar la Tierra.
La Tierra lisa, limpia de caballos.
La Tierra sin un junco, forma pura
cerrada al porvenir: confín de plata.
Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.
La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espada fulgurante,
pero tú no sabrás dónde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.
Tu vientre es una lucha de raíces,
tus labios son un alba sin contorno,
bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.
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Un poema de Federico García Lorca cuyo título recoge el término casida, que se debe interpretar aquí como una creación lírica de alabanza y elogio.
Y así, en dieciséis versos de rima libre y en cuatro estrofas, el poeta se dirige a una mujer genérica, en la primera mitad de la composición, a la que describe en su contemplación, en su evocación de belleza y en su capacidad de dar a entender el origen del deseo. Es rasgo notorio el uso de imágenes surrealistas que embellecen y dificultad la comprensión (pero que se desprende, esta, de una manera sutil y genial).
En la segunda mitad de esta poesía, la dificultad comprensiva se intensifica, por la presencia de imágenes más allá de la racionalidad y de la interpretación fácil; sin embargo, con el uso del futuro y el presente más tarde, se intuye el encuentro sexual y la posible fecundación de la mujer…
Un tema poético recurrente, el desnudo femenino, el deseo despierto y la capacidad mágica de engendrar.
Gracias a nuestro compañero Jorge Herráez y a su mujer, Carmen, por la lectura de esta composición.