El enamorado

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Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.

Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.

Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.

Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.

Un soneto de Jorge Luis Borges que contiene una declaración de amor de un yo a un tú, de carácter cultista, reflexivo y pasional –todo mezclado magistralmente.

En las tres primeras estrofas, hay una enumeración y una acumulación de elementos que existen y que han existido y de innegable valor, y que quedan reducidos por el yo poético con un aprecio aparente.

En la cuarta estrofa, la reducción de lo que se considera importante es máxima. Frente a lo más valioso y reconocido que hay, el poeta siente indiferencia; la amada y el sentimiento amoroso hacia ella –ambivalente y contradictorio- es la certeza y el sentido de la realidad del que ama.

Un maravillo texto sobre, una vez más, lo que sentimos y que se puede llamar amor.

Gracias a Pedro Juan Campos, compañero de nuestro Centro, por la lectura de esta poesía.

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