Carpe diem.

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.

El poeta romano Horacio inicia con este poema el tema literario del carpe diem. Literalmente se traduce como toma el día; es decir, disfruta el hoy, aprovecha el momento, goza de lo que tienes ahora.

Horacio invita en este poema a una mujer a evitar la preocupación de cuándo llegará el final de su vida, pues por naturaleza es inescrutable; no hay otra solución que aceptar lo que vendrá.

Despreocupada del miedo a lo que vendrá, con sensatez, con saber, con agrado, la Leucónoe del poema puede y debe (no como una orden, sino como un dulce y amistoso consejo) disfrutar de lo bueno que la vida le ofrece; disfrute del momento, y optimismo hacia lo que vendrá.

Este tópico poético se asocia a la mujer (como soporte de la belleza que desaparece para no volver) y a la juventud (momento vital irrepetible de fuerza y capacidad de disfrute).

Vivamos y disfrutemos hoy, esta es la lección.

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