Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre…



Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las
paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del
colegio, por el pasillo de la casa más antigua.
Para recordar mi origen cada vez que yo viva.

En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias
de cristal, aunque ella duerma lejos;
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie
su nombre escrito.

Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme
amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos
tiritando de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel
de bienvenida a un hogar diferente.

Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona
que me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos;
miraré cómo retozan de acrílico las palmas de mis manos,
sangrará mi lengua a disposición de mis muertos.

Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien
quiera escucharlo, y escribiré que bendigo este medio
corazón en huelga mío, pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.

Un poema de Elena Medel –poeta cordobesa y editora en La Bella Varsovia– donde una hija poetiza su amor, su relación, sus vínculos y sus anhelos hacia su madre.

En versos irregulares y largos, en momentos cotidianos, la autora crea imágenes muy poéticas y conseguidas, que reflejan esa unión afectiva, espiritual, física, con un uso del futuro implacable –que lleva todo a un sinfín- y que expresa la durabilidad de la emoción vivida.

Una intensa composición sobre el lazo maternofilial, sobre el reconocimiento del amor materno –recibido y sentido-.

Gracias a Carmen Gragero, compañera de nuestro Centro, por la lectura de este texto.

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