He llegado. Me acerco…
He llegado. Me acerco
con cautela a la orilla y distingo en las aguas
una suerte de antigua y fugaz transparencia.
Queda al lado un desierto, un lugar retirado
que una puerta franquea preservando el destino
de los hombres que huyen. Una breve vereda
que coronan cipreses nos conduce a la senda
reiterada, a los pasos
que se llegan a Yuste -el otoño dorado
de la hiedra rojiza y el estanque en penumbra-,
al jardín de Abadía -ruinas, mármol, canales,
Lope, acantos y olivos-.
Es difícil saber
sobre qué edificamos
la virtud. Qué lugares
-evocados o vistos- nos contienen.
Paredes,
tapias, huertos, bancales,
muros hechos de piedras
colocadas siguiendo cumplimientos idénticos.
Minuciosos remiten
a un estado de cosas que se pierde.
Enseñanzas
de la edad sometidas
a un complejo sistema en precario equilibrio.
Su presencia anticipa la verdad de la historia.
No es extraño volver, sorprendido, la vista
y caer en la cuenta: somos agua, y aun piedra;
árbol, río, retamas. Somos tierra. Hago mías
las razones de Anteo.
Arrancada a la roca la ruindad de los huertos,
empeñados en darle a las aguas su cauce,
embalsando su fuerza en los largos estíos,
aguardando la nieve transformada en torrente,
afinando en la viga la bondad de los troncos,
observando en las nubes la promesa de lluvia,
¿no cumplirnos un ciclo necesario e idéntico?
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Un poema de Álvaro Valverde que forma parte de El reino oscuro, un libro que consiste en un extenso poema dividido en fragmentos, inspirado en la comarca de Las Hurdes; esta obra recoge la estancia y el recorrido del autor por ese lugar y por esa zona en un sentido más amplio; así, se hace referencia el desierto de Las Batuecas, a Yuste y a Abadía.
Esta composición viene a ser una topografía lírica de un lugar (tanto de elementos naturales como elementos trasformados por obra de humanos) que no deja indiferente, donde el yo poético se siente bien e identificado en su esencia (al punto de recordar a Anteo, al gigante mitológico que renacía y se vivificaba cada vez que entraba en contacto con la tierra).
Un canto a la belleza de un lugar, la poetización de un paisaje y lo que se siente cuando se está en él, una delicia de versos.
Gracias a Álvaro Valverde por su generosidad, por recitar y grabar su propia composición.