Piedras y Las Piedras
Llegan y se van los días, sin plan y sin sorpresas.
Las piedras se empapan de luz y de memoria.
Hay uno que coloca una piedra por almohada.
Otro que, antes de bañarse, deja su ropa debajo de una piedra,
que no la lleve el aire. Otro que usa una piedra por escaño
o mojón en su huerto, el cementerio, el establo, el bosque.Tarde, tras la puesta del sol, al volver a casa,
cualquier piedra de la playa que pongas en tu mesa
es una estatuilla – una pequeña Niki, o el perro de Artemisa -,
y esa piedra en que a mediodía un joven posó sus pies mojados,
es un Patroclo, con pestañas cerradas y sombrías.Asoman la cabeza por el solar vecino.
Firmes, severas, grandes, manchadas por el liquen,
con la piel arrugada: grises, pardas, oscuras,
y el amarillo sucio del liquen por arriba.
Como peces cansados que el mar nos abandona.
Como ballenas tristes en la playa lejana.
Rocas color de tiempo, sacando por el barro
sus cabezas sin ojos, su dura piel manchada.
Las lluvias del verano les cambian los colores,
oscurecen las rosas, avivan los azules,
hacen cantar los verdes eléctricos del musgo,
ennegrecen la tierran, la perfuman, la esponjan.
Ya a veces a su sombra se sientan los mendigos,
o cabalgan los niños sus lomos deformados.
Siguen erguidas, tensas, sacando la cabeza
con su piel arrugada, mas sin abrir los ojos.
Dos poemas que curiosamente tratan del mismo tema, en sí mismo poco común, bajo casi el mismo título.
En el primero -de autor griego, el mismo de Teatro antiguo– el autor aborda líricamente el uso que se hace de las piedras de una manera habitual; ya en la segunda parte, la poeticidad es mayor, las piedras se pueden identificar con algo más relevante, tanto como elementos de la mitología clásica. En fin, la belleza de las palabras y de lo que nos rodea. Y un tratado de pareidolia también, donde se reconocen en esos objetos como son las piedras formas reconocibles (como animales, figuras humanas o rostros).
En el segundo, de Manuel Durán, poeta español -barcelonés exiliado después de la Guerra Civil, primero a Francia, después a México y a Estados Unidos- hay una descripción, siempre lírica, de las piedras, que se identifica en las 2ª y 3ª estrofas; al fin, aparece el factor humano, que se sirve de ellas, frente a su inmovilidad e inercia. Otra hermosa poesía, la realidad embellecida por la observación del poeta.
Gracias a Darío Alvano, profesor de nuestro Centro, por la lectura de estos dos textos.