Arbolé.

Arbolé, arbolé

seco y verdé.

La niña del bello rostro

está cogiendo aceituna.

El viento, galán de torres,

la prende por la cintura.

Pasaron cuatro jinetes

sobre jacas andaluzas

con trajes de azul y verde,

con largas capas oscuras.

«Vente a Córdoba,

muchacha».

La niña no los escucha.

Pasaron tres torerillos

delgaditos de cintura,

con trajes color naranja

y espadas de plata antigua.

«Vente a Sevilla, muchacha».

La niña no los escucha.

Cuando la tarde se puso

morada, con luz difusa,

pasó un joven que llevaba

rosas y mirtos de luna.

«Vente a Granada, muchacha».

Y la niña no lo escucha.

La niña del bello rostro

sigue cogiendo aceituna,

con el brazo gris del viento

ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé

seco y verdé.

Este romance de Federico García Lorca es un ejemplo del lado popular –con algún rasgo culto- de la poesía de este poeta y del Grupo Poético del 27.

Este poema presenta una situación aparentemente sencilla –en una faena del campo-, con una protagonista –una joven hermosa- y unos pretendientes que son rechazados por la muchacha en sus pretensiones de que les acompañe.

El contenido del texto trasluce un erotismo y un deseo sensual más o menos evidentes, con los requerimientos de los hombres y con la bella imagen/personificación del viento acariciando el cuerpo femenino.

La acentuación aguda que aparece en el estribillo es una característica de la poesía medieval y una libertad poética.

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