Bajo tu sombra, junio

Bajo tu sombra, junio, salvaje parra,
ruda vid que coronas con tus pámpanos las dríadas desnudas,
que exprimes tus racimos fecundos en las siestas
sobre los cuerpos que duermen intranquilos,
unidos estrechamente a la tierra que tiembla bajo su abrazo,
con la mejilla desmayada sobre la paja de las eras,
la respiración agitada en la garganta
como hilillo de agua que corriera secreto entre las rosas
y los labios en espera del beso ansioso
que escapa de tu boca roja de dios impuro.


Bajo tu sombra, junio,
yedra de sangre que tiende sus hojas
embriagando de sonrisas la pared más sombría,
la piedra solitaria;
junio, paraíso entre muros, que levantas la antorcha de tus árboles
ardiendo en la púrpura vesperal,
bajo tu sombra quiero ver madurar los frutos,
las manzanas silvestres y los higos cuajados de corales submarinos,
la barca que va dejando por los ríos lejanos sus perfumes,
los bosques, las ruinas,
las yuntas soñolientas por los caminos
y el zagal cantando con un junco en los labios.


Quiero oír el inquieto raudal de los torrentes,
el crujido de las ramas bajo el peso del nido
y el resonante silencio de las constelaciones
entreabriendo sus alas como pájaros espumantes de fuego
al fúnebre conjuro de los nocturnos pífanos.


Bajo tu sombra quiero esperar las mañanas fugitivas de frescura
y los atardeceres largos como miradas
cuando todo mi ser es un canto al amor,
un cántico al amor entregado,
mientras las manos se curvan sobre las espaldas desnudas
y mis párpados se tiñen con el violento jacinto de la dicha.

Un poema de Pablo García Baena (poeta cordobés -premio Príncipe de Asturias de las Letras en el 84- perteneciente al cordobés Grupo Cántico, grupo de poetas de una poesía barroca, exaltada y vitalista y con influencia en la poesía posterior) que contiene una escena entre campestre y rural, a la hora de la siesta en junio, y con algunos personajes, entre los que está el yo poético -una representación a la manera de un locus amoenus, el lugar lírico ideal.

En un entorno muy bien poetizado y exuberante en su expresión, aparece un momento vital y hedonista donde existe el placer físico del tiempo disfrutado y del amor deseado y efectivo vivido por quien habla en la composición-ejemplificado en los besos y las caricias. Un gran poema lleno de sensualidad natural y humana.

Gracias a Víctor Bermúdez, profesor de Filosofía, por la lectura de este texto.

En la imagen, La siesta en el jardín -1904, de J. Sorolla.

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