Después de las fiestas

Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
 
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
 
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.

Un poema de Julio Cortázar -prosista, poeta y traductor argentino, una de las mayores figuras de la literatura hispanoamericana del siglo XX- que parece responder a una situación real, conocida y detallada; en 1983, el autor se encontraba en La Habana y se encontró en una fiesta con Zoé Valdés -escritora cubana-, hecho que ella misma afirma.

En esta composición, el yo poético parece liricalizar el encuentro de dos personas en una fiesta, donde con el paso del tiempo en esa noche -alargado por el placer del momento vivido- acaban intimando en la soledad de un encuentro entre dos (tú, yo, nosotros y lo demás sobra).

En la última estrofa, el encuentro casual parece acabar, o ese fue el deseo, en una continuación todavía más íntima…

Una belleza de texto, sobre el conocimiento entre personas, sobre el disfrute de ese momento; un texto sencillo, pero exacto, casi perfecto, una consagración del momento casi mágico de tratar a alguien y encontrarse bien aquí y ahora.

Gracias a Santi Beltrán, compañero de nuestro centro, por la lectura de esta poesía.

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