El trastero

Cuando me mudaba de una casa a otra
había muchas cosas para las que no tenía espacio.
¿Qué podía hacer? Alquilé un trastero.
Y lo llené. Los años pasaron.

De vez en cuando iba a allí y miraba
sin que nada ocurriera, ni una sola
punzada en el corazón.
Cuantos más años cumplía, las cosas que me importaban
eran cada vez menos, pero más
Importantes. Así que un día rompí el candado
y llamé al basurero. Se lo llevó
todo.
 
Me sentí como el burrito al que 
finalmente le quitan la carga de encima. ¡Cosas!
¡Quémalas, quémalas! ¡Haz un hermoso
fuego! ¡Habrá más espacio en tu corazón para el amor,
para los árboles! Para los pájaros
que nada poseen -la razón por la que pueden volar.

Un poema Mary Oliver (poeta estadounidense, ganadora National Book Award del  y del Premio Pulitzer de Poesía; estas bellas palabras son suyas: “El mundo de la literatura, me ofrecía además del atractivo formal el apoyo de la empatía; me encarné de buen grado y con alegría en otras personas, árboles, nubes… Porque ponerse en la piel de esa otredad –la belleza y el misterio del mundo, al aire libre del campo o en las profundidades de los libros- puede devolver la dignidad al corazón herido de la peor forma”.), una composición deliciosa en su expresión y contenido conceptual.

A partir de los avatares de la vida cotidiana (las mudanzas, la acumulación de objeto, la falta de espacio), la autora, en primera persona, crea la metáfora del trastero igual al cúmulo vital del pasado. Hasta que llega el momento de la descarga emocional, de la liberación de cargas y pendientes -un ejercicio mental muy sano-, de la emancipación y de la liberación y la consecución posterior de la capacidad de amar -a la naturaleza, por ejemplo.

Un texto sencillo en apariencia, muy lirico, pura sentimentalidad positiva y aleccionadora.

Gracias una vez más a Concha González, docente, por la lectura de esta poesía.

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