En la biblioteca

Hay un libro llamado
Diccionario de Ángeles.
Nadie lo ha abierto en cincuenta años,
lo sé, porque cuando lo abrí
sus tapas crujieron, las páginas
se derrumbaron. Allí descubrí


que los ángeles habían sido una vez tan numerosos
como especies de moscas.
El cielo al ocaso
solía estar espeso de ellos.
Había que agitar las manos
para mantenerlos apartados.


Ahora el sol brilla
a través de las altas ventanas.
La biblioteca es un lugar apacible.
Ángeles y dioses se apilaban
en libros oscuros no abiertos.
El gran secreto está
en algún estante junto al cual la Srta. Jones
pasa todos los días en sus rondas.


Ella es muy alta, de modo que mantiene
su cabeza inclinada como si escuchara.
Los libros están susurrando.
Yo no oigo nada, pero ella sí.

Un poema de Charles Simic sobre una biblioteca y quien cuida esa biblioteca.

Un elogio de la biblioteca, como lugar apacible (maldita paráfrasis), donde se acumula un secreto dispuesto a ser descubierto, todo un mundo desconocido y por conocer.

Y dentro de la biblioteca, de ese espacio físico y mudo, el factor humano, la vigilante, conocedora y discreta persona que cuida de los libros.

Un bonito poema sobre las bibliotecas y los libros. Así que… ¡A leer!

 

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