Invictus.

N.Mandela in his cell on Robben Island (revisit} 1994
 Más allá de la noche que me cubre
 negra como el abismo insondable,
 doy gracias a los dioses que pudieran existir
 por mi alma invicta.
 En las azarosas garras de las circunstancias
 nunca me he lamentado ni he pestañeado.
 Sometido a los golpes del destino
 mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
 Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
 donde yace el horror de la sombra,
 la amenaza de los años
 me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
 No importa cuán estrecho sea el portal,
 cuán cargada de castigos la sentencia,
 soy el amo de mi destino:
 soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley ha pasado a la historia de la literatura inglesa como autor de este  poema; y es el poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas (27 años de encarcelamiento) por su lucha contra el racismo y el apartheid.

Esta poesía es de una belleza melancólica, dura, impresionante, sobrecogedora;  es un canto a la fe en uno mismo, a la libertad y a la resistencia humana enfrentadas a los momentos más desoladores, solitarios y terribles de la existencia.

No es de extrañar que esta composición fuese escrita por un hombre que fue un niño condenado a la enfermedad y la minusvalía (en su niñez, sufrió tuberculosis, de la que como secuela le amputaron una pierna); y no es de extrañar que este poema le sirviera de guía y consuelo espiritual a Nelson Mandela mientras estaba encarcelado y era humillado y vejado por sus ideas, por su compromiso ético con los suyos y consigo mismo.

También te podría gustar...