Mis ojos sin tus ojos…

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, 
que son dos hormigueros solitarios, 
y son mis manos sin las tuyas varios 
intratables espinos a manojos.

No me encuentro los labios sin tus rojos, 
que me llenan de dulces campanarios, 
sin ti mis pensamientos son calvarios 
criando nardos y agostando hinojos.

No sé qué es de mi oreja sin tu acento, 
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella, 
y mi voz sin tu trato se afemina.

Los olores persigo de tu viento 
y la olvidada imagen de tu huella, 
que en ti principia, amor, y en mí termina.

Un soneto maravilloso de Miguel Hernández, una exégesis del amor (sentido por el yo poético hacia la amada, y ya metaforeado por el mismo como el rayo que no cesa), convertida en una expresión poética más allá de lo real, o lo tangible o lo explicable: magia de las palabras, belleza de la lengua, creación artística.

El yo lírico declara en su furor poético que sus miembros corporales no tienen sentido (o razón de ser) sin los miembros corporales de su amada (mejor, sin el disfrute de ellos); además del cuerpo, el lado mental del amante tampoco tiene sentido sin su objeto de amor…

En el último tercero, de difícil interpretación, la declaración de amor va más allá; el sentimiento amoroso y la entrega de la primera persona es máxima…

La sonoridad, el ritmo, los recursos estilísticos, las metáforas… la simple y perfecta declaración de amor.

Feliz día de San Valentín, o día del amor humano.

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