Invierno

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 Cenicientas las aguas, los desnudos
 árboles y los montes cenicientos;
 parda la bruma que los vela y pardas
 las nubes que atraviesan por el cielo;
 triste, en la tierra, el color gris domina,
 ¡el color de los viejos!
 
 De cuando en cuando de la lluvia el sordo
 rumor suena, y el viento
 al pasar por el bosque
 silba o finge lamentos
 tan extraños, tan hondos y dolientes
 que parece que llaman por los muertos.
 
 Seguido del mastín, que helado tiembla,
 el labrador, envuelto
 en su capa de juncos, cruza el monte;
 el campo está desierto,
 y tan sólo en los charcos que negrean
 del ancho prado entre el verdor intenso
 posa el vuelo la blanca gaviota,
 mientras graznan los cuervos.
 
 Yo desde mi ventana,
 que azotan los airados elementos,
 regocijada y pensativa escucho
 el discorde concierto
 simpático a mi alma...
 ¡Oh, mi amigo el invierno!,
 mil y mil veces bien venido seas,
 mi sombrío y adusto compañero.
 ¿No eres acaso el precursor dichoso
 del tibio mayo y del abril risueño?
 
 ¡Ah, si el invierno triste de la vida,
 como tú de las flores y los céfiros,
 también precursor fuera de la hermosa
 y eterna primavera de mis sueños...!


Poema de Rosalía de Castro a propósito de la estación del invierno.

En las tres primeras estrofas, la autora hace una poética (adjetivo redundante) descripción (con alguna metáfora y comparación bellas) del tiempo invernal, donde aparecen sus rasgos más definitorios –y supuestamente negativos- (el color gris, la lluvia, el viento, y los efectos en las personas y en los animales).

En las dos últimas estrofas aparece el yo poético. Es un rasgo de la poesía romántica la relación (o fusión) entre la naturaleza (en este caso, una estación meteorológica) y la subjetividad del poeta. Así, este yo poético femenino empatiza con el invierno, por ser antecedente del buen tiempo que vendrá con otros meses.

Más allá de esa empatía con el mal tiempo (al que se dirige con un tú), hay un juego poético (redundante) entre el invierno de la vida (el lado negativo de la vida) y el deseo (muy romántico este término) de que esos malos tiempos sean un precedente de tiempos mejores en la vida del yo poético.

Una poesía fácil, sentimental (en el buen sentido de la palabra) y empática con sus lectores.

 

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