Junio
Oh, sé que he de buscarte, cuando el otoño abrume con sus frutos goteantes la tierra, cuando las mozas pasen mordiendo los racimos como si fueran labios, cuando las piernas rudas de los hombres se tiñan con la sangre púrpura de las vides y quede una canción flotando en el azul helor de la tarde madura. Oh, sé que he de buscarte. Cuando caiga en el río el beso desmayado de la última adelfa buscaré tus pisadas sobre la arena tibia, donde tu cuerpo expiraba bajo el mío como un talle verde en el suspenso mediodía. Oh, sé que he de buscarte, cuando el dormido cisne del otoño aletee en su nido; pero junio es ahora un pastor silencioso que coronan los oros sagrados de la trilla, y yo bebo en tu cuerpo la música desnuda que languidece en los violines lentos de la siesta. Oh, yo sé que he de buscarte, cuando la campiña despierte del letargo amarillo de los élitros; pero ahora es tu cuerpo solo, tu cuerpo junto al mío, mientras junio incendia la felicidad de los montes más lejanos y el río besa tímidamente nuestros pies como si Narciso nos contemplara con sus diluidos ojos verdes de agua.
Un poema de Pablo García Baena (poeta cordobés y fundador del grupo poético Cántico) de plenitud vital y sensual.
Trata básicamente del deseo de un yo poético hacia un tú (encarnado y material, nada de platónico), expresado con vehemencia (con la ayuda de la exclamación oh, repetido el mismo verso cinco veces).
Hay un juego/oposición entre el futuro y la nostalgia y el presente y la deleitación de los sentidos y el gozo (otoño/junio). Curiosamente, se empieza en el futuro, para llegar al presente en un aumento de la intensidad del deseo; una estructura temporal poco común.
Un elemento evidente es el erotismo, la sensualidad, con imágenes muy conseguidas (mujeres mordiendo las uvas…) procedentes de la naturaleza y del mundo rural; el artista crea, de una manera barroca, exaltada, vitalista… un locus amoenus en donde cualquiera desearía estar
Por ultimo, aparece el mito de Narciso, modificado por el vate: si el joven del mito clásico queda prendado de su propia imagen reflejada en el agua, ahora Narciso contempla a los amantes, reflejo de la belleza y el deseo satisfecho.