Si a mí el dios me dijera…
Si a mí el dios me dijera: "vive ya sin amor", le rogaría que a eso no me obligara: hasta tal punto una muchacha es un dulce mal. Cuando ya estoy hastiado y mi ardor desfallece, no sé qué torbellino de mi alma desgraciada me arrastra. De igual modo que el corcel duro de boca lleva al precipicio a su dueño, que tira inútilmente del espumeante freno una vez y otra; como nave que alcanza tierra firme y, tocando ya el puerto, de repente el viento le arrebata hacia alta mar, así la incierta brisa de Cupido me hace retroceder frecuentemente y de nuevo sus dardos conocidos saca el purpúreo Amor. ¡Clávalos ya, niño!
Un poema de Ovidio –un maestro de la cultura occidental, y dentro de esta del amor como hecho y concepto cultural.
Sí, otro poema sobre el amor humano, del yo poético, donde mezcla a la divinidad, a una muchacha –ese dulce mal- y a sí mismo.
En la segunda estrofa, se desarrolla el concepto mitológico del amor; Cupido, dios del amor, un niño hijo de Venus, clava dardos y deja enamorado al herido.
Y el último verso; por decir algo, más vale sentir –aunque eso lleve a algo de sufrimiento- que no sentir.
En composiciones como esta está la base de nuestro pensamiento actual y de nuestra manera de ver la vida; tampoco somos tan modernos.