La hija del ventero

«La hija callaba, y de cuando en cuando se sonreía». M. de Cervantes, El Quijote.

«La hija callaba
y se sonreía…»
Divino silencio,
preciosa sonrisa,
¿por qué estáis presentes
en la mente mía?

La venta está sola.
Maritornes guiña
los ojos, durmiéndose;
la ventera hila.
Su mercé el ventero,
en la puerta, atisba
si alguien llega… El viento
barre la campiña.

…Al rincón del fuego
sentada, la hija
-soñando en los libros
de caballerías…-
con sus ojos garzos
ve morir el día
tras el horizonte…

Parda y desabrida,
La Mancha se hunde
en la noche fría.

Un poema de Manuel Machado sobre un personaje de una obra literaria, lo que convierte al poema en una muestra de metaliteratura; de versos cortos y pulidos, son tan discretos como lo que muestran. Y es una buena ocasión para recomendar por siempre la lectura de la fascinante obra en la que se inspira.

Y el personaje es la innominada hija del ventero Juan Palomeque, el dueño de la venta donde llega Don Quijote a armarse caballero andante en el inicio del libro.

La joven aparece siempre en compañía de Maritornes (juntas en la ilustración, la hija del ventero es la de delante) y hace con ella algunas travesuras, pero no trae aparejada una caracterización negativa propia del barroco o de la picaresca; en El Quijote aparece como una muchacha bien educada que disfruta con las novelas de caballerías, sensible y compasiva, una doncella silenciosa que observa la vida y el mundo desde el margen con sus ojos azulados.

En esta composición, se recrea una escena íntima dentro de la venta, donde aparecen Maritornes, el ventero, su mujer y la hija de ambos dentro del entorno topográfico de La Mancha; la joven es un ejemplo de la cualidad que sería la discreción, la sensatez junto a la prudencia, término que ha ido ganando quizás negatividad, teniendo en cuenta que el silencio que suele acompañar a la discreción puede ser tomado como signo de algo negativo.

Gracias a nuestra compañera Pilar González por la lectura de esta poesía.

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