Lo que dejé por ti

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados,

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

tanto como dejé para tenerte.

Este soneto del poeta Rafael Alberti pertenece a su obra Roma, peligro para caminantes (1968), que recoge los poemas escritos desde la llegada del escritor de la Generación del 27 a la ciudad eterna para continuar su exilio después de una primera etapa en Argentina. Este poema es, como muchos de los escritos desde que el poeta portuense hubo de exiliarse, claro ejemplo de la añoranza por todo lo perdido a causa la guerra y expresión esperanzada de que Roma lo acoja en esta etapa de su vida. El tono es desalentado al principio y esperanzado al final. 

         No podemos tampoco dejar de comentar la referencia al mar (la mar) de la tercera estrofa, referente capital en la obra de Alberti desde sus inicios, transformada ahora en símbolo capital de la patria perdida y, por ello, no es extraño que después de insistir sobre todo lo que por el exilio el poeta ha perdido, sea precisamente el mar perdido (su olor, su color) el que cierre este inventario de abandonos.

        Publicamos este soneto aprovechando la estancia de nuestros alumnos de 4.º ESO en Roma, y agradecemos a Chema Pérez, profesor de Educación Física y tutor de 4.ºA, la grabación del poema desde el Coliseo

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