Más alta
Daba el sol en lo alto y mi sangre se alzaba de su propia marea dibujándose en olas. Hervía el agua en el fuego, y las tijeras esperaban su turno junto al lienzo de hilo perfumado de espliego. Poco a poco la carne fue tornándose espuma hasta que, yo en la cumbre, sin caballo ni tregua me entregué a la carrera de un ansia que colmaba la sien del mediodía. El dolor y el placer iban ambos a una. Me agarré a los barrotes de acero de la cama y embestí, como pude, aquella tempestad de la que era yo misma capitán y jadeo. Nunca estuve más alta que, cuando, entre los truenos, oí que la matrona -marino sin frontera- cantó más que gritaba "ya está aquí". Y era yo sola el mundo, y entre mis piernas daba a la luz otro mundo recobrado del frío.
Un poema de Juana Castro sobre un tema poco tratado; si es frecuente el tema de la maternidad en la lírica (como casi homenaje y reconocimiento de la mujer), el tópico literario de un parto es una sorpresa.
En primera persona, el yo poético describe, en cuerpo y alma, la situación que vive al dar vida a otro ser, ese momento físico -se supone- sublime y -parece- de gran carga espiritual.
Para evitar la paráfrasis, solo hay que reconocer la belleza de estas palabras, la hermosa expresión poética y el reconocimiento del espectáculo y la grandeza de una mujer pariendo.