Mientras duermes.
Cuando tú duermes pones los pies muy juntos, alta la cara y ladeada, y cruzas y alzas las rodillas, no astutas todavía; la mano silenciosa en la mejilla izquierda y la mano derecha en el hombro que es puerta y oración no maldita. Qué cuerpo tan querido, junto al dolor lascivo de su sueño, con su inocencia y su libertad, como recién llovido. Ahora que estás durmiendo y la mañana de la almohada, el oleaje de las sábanas, me dan camino a la contemplación, no al sueño, pon, pon tus dedos en los labios, y el pulgar en la sien, como ahora. Y déjame que ande lo que estoy viendo y amo: tu manera de dormir, casi niña, y tu respiración tan limpia que es suspiro y llega casi al beso. Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día.
Un poema sobre un tema poético y artístico frecuente; la contemplación del ser querido que duerme.
El yo poético lo flipa observando a su tú poética durmiendo.
La belleza del cuerpo dormido, quieto yacente, inocente (ya estamos parafraseando), querido… Una poesía como un susurro, de suave sonoridad, con calma.
… y el hermoso final del sueño; ver despertar a quien se quiere.
Qué más se puede pedir para empezar el día.
[Por cierto, la mejor manera de hacer despertar a alguien es haciéndolo con mimos.]