Bosque de los sueños
Hoy que es invierno miro hacia el pasado, penetro en aquel bosque de mis sueños, de mi niñez perdida y asombrada. Ahora que tengo el corazón cautivo vuelven mis pasos a sentir las hojas agrias, humedecidas sobre el musgo y, en un rincón secreto, entre los troncos, aparece la luz de la cabaña. En aquel corazón, en aquel nido cálido por la paja y el adobe, tejí sueños hermosos, horas puras. Solía pasear cuando la noche era más alta y el rocío iba cayendo silencioso de los astros. Una techumbre oscura de ramajes, de pájaros, crujía cuando el viento pasaba sobre el bosque, y lo mecía, y lo llenaba todo de murmullos. Después de aventurarme entre las sombras regresaba guiado por el brillo de la vela que ardía en la cabaña. Allí estaba el amor, la última hora el corazón cansado, el leve vuelo de cada aroma ungiendo la penumbra. Dentro quedaban fijos mis dos ojos sobre las brasas vivas de la hoguera.
Un poema de Antonio Colinas que consiste en una evocación de un lugar y de un tiempo de su infancia.
En la primera estrofa, la primera persona lírica, desde su existencia (hoy y ahora), rememora un lugar concreto donde acaba encontrándose a sí mismo, y en ese encuentro es feliz.
En la segunda estrofa, el poeta se siente perfectamente bien (desde el punto de vista emocional) dentro de su recuerdo, donde recrea un lugar natural y la vivienda (muy idealizados) adonde ha viajado en su vuelta a una vida vivida anterior.
Un regreso sentimental al hogar, a un paisaje y a un refugio, al que se puede volver con la memoria para sentirse bien.
Una expresión poética (sonoridad, belleza y sugerencia de las palabras) hermosa e intachable. Esto es poesía.