Cartas de amor.
Todas las cartas de amor son ridículas. No serían cartas de amor si no fuesen ridículas. También escribí en mi tiempo cartas de amor, como las demás, ridículas. Las cartas de amor, si hay amor, tienen que ser ridículas. Pero, al fin y al cabo, sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor sí que son ridículas. Quién me diera en el tiempo en que escribía sin darme cuenta cartas de amor ridículas. La verdad es que hoy mis recuerdos de esas cartas de amor sí que son ridículos. (Todas las palabras esdrújulas, como los sentimientos esdrújulos, son naturalmente ridículas).
En su genialidad, el poeta F. Pessoa constata lo ridículos que somos cuando amamos y declaramos nuestro amor; no hay otra, somos ridículos.
Pero, en otra vuelta de tuerca, constata también que más ridículos son los que no aman.
Una estructura de versos original, repetitiva, divertida, de sentencias simples pero incontestables.
Cuánta poesía, y cuánto sentimiento en unos versos.