Mar portugués

¡Oh mar salada, cuánta de tu sal
son lágrimas de Portugal!
¡Por cruzarte, cuántas madres lloraron,
cuántos hijos en vano rezaron!
¡Cuántas novias quedaron por casar
para que fueses nuestra, oh mar!

¿Valió la pena? Todo vale la pena
si el alma no es pequeña.
Quien quiere pasar allende el Bojador
tiene que pasar allende el dolor.
Dios al mar el peligro y el abismo dio,
mas fue en él donde el cielo se miró.


Un poema de Fernando Pessoa a propósito de la relación tan íntima, cercana y profunda entre el mar (la costa portuguesa, el océano Atlántico) y los habitantes de Portugal.

En la primera estrofa, el poeta invoca exaltadamente al mar, motivo de sufrimiento personal y familiar de los portugueses; el dolor que supuso la explotación de las aguas, por motivos económicos y de aprovechamiento, es inmenso, casi un grito.

En la segunda estrofa, el poeta se pregunta y se responde sobre el fruto del dolor; genialmente, responde lacónicamente, sobriamente, que por encima del sufrimiento está el empeño, el afán puesto en una empresa. El riesgo es intrínseco al mar, a su dominio (el Bojador es un cabo de la costa africana, para que nos hagamos una idea de la lejanía…). Y por encima de todo, la contemplación de su belleza, la satisfacción de su sometimiento.

En pares de versos, en un lenguaje poético sencillo e intenso, el poeta hace un retrato de la relación de amor y de muerte entre el pueblo portugués y su modus vivendi.

Una composición de la que cualquier portugués (sobre todo de costa) puede sentirse orgulloso.

También te podría gustar...